Francisco Gómez Mercado

En términos coloquiales se considera árido al terreno seco y estéril, con falta de agua en el suelo y de humedad en el aire, condiciones que son desfavorables para la vida vegetal, por lo que una de las características del paisaje árido es la escasez de vegetación; en casos extremos de aridez y baja densidad de cobertura vegetal llegamos a hablar de desierto.

La causa última de la aridez es la ausencia o escasez extrema de precipitaciones ¿a qué se debe? ¿Por qué en determinadas zonas llueve menos que en sus vecinas?

Las precipitaciones dependen a escala global de la temperatura, generalmente las masas terrestres próximas a los mares cálidos son muy húmedas, reduciéndose las precipitaciones tierra adentro, de modo que el interior de los grandes continentes suele ser desértico.

A escala regional, los anticiclones constituyen la causa principal de aridez, son zonas atmosféricas de alta presión, que tienden a descender desde las capas altas de la atmósfera con una rotación dextrógira (en el hemisferio norte) limitando la formación de nubes y provocando un tiempo seco y estable.

En el caso de la Península Ibérica la aridez viene determinada por su situación latitudinal en la zona de altas presiones subtropicales, y concretamente por la influencia del anticiclón de las Azores que desvía hacia el norte las borrascas de origen atlántico que suelen entrar en Europa en dirección este, afectando al norte peninsular y escasamente a la mitad sur. Las oscilaciones de este anticiclón hacia el norte determinan los momentos en que los ciclones atlánticos barren ampliamente la península. En estas situaciones, la distribución de las precipitaciones depende de la orografía; las masas nubosas entran por la fachada atlántica y van provocando la precipitación, especialmente al chocar con las elevaciones montañosas (efecto foehn). Las planicies y depresiones situadas al oriente (sotavento) de las grandes cadenas montañosas quedan en «sombra lluvias», resultando tanto más áridas cuando más hacia el levante se sitúen (figura 1).

Figura 1. Evolución de las precipitaciones en varias estaciones andaluzas de oeste a este.

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