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Las Costras Biológicas del Suelo o “Biocostras”, son comunidades bióticas complejas formadas por organismos fotoautótrofos (cianobacterias, algas, líquenes y briófitos), que coexisten en íntima asociación con las partículas de la superficie del suelo y con el resto de organismos descomponedores que habitan en él, como bacterias, hongos y arqueas y otros organismos heterotróficos que se alimentan de ellos (protozoos, nematodos y microartrópodos) (Weber et al., 2016).

La mayoría de los organismos que dominan la biocostras son organismos poiquilohídricos, es decir organismos que carecen de un mecanismo para regular el contenido hídrico y prevenir la desecación. Sin embargo, poseen otra serie de adaptaciones que les permiten vivir en condiciones de sequía durante largos periodos de tiempo. Por ejemplo, la mayoría de los organismos que forman parte de la biocostra permanecen inactivos durante los periodos de sequía y se reactivan rápidamente incluso con cantidades muy pequeñas de agua como las que aportan las lluvias pequeñas o incluso de la niebla o el rocío (Benalp et al., 2003). Otros atributos que mejoran su habilidad para colonizar algunos ambientes extremos, son la propagación eólica de pequeños propágalos o poseer algunos pigmentos fotoprotectores que les permiten soportar altas insolaciones (Bowker et al., 2007).

Gracias a todas estas adaptaciones, las biocostras son capaces de colonizar los primeros milímetros de los suelos en los ecosistemas donde la vegetación está limitada por la escasez hídrica, o como consecuencia del escaso desarrollo edáfico (Singer, 1991) y asumen un rol más importante a medida que aumenta la adversidad de las condiciones ambientales. Por ejemplo, aunque solo ocupan una pequeña parte del perfil del suelo, estos ecosistemas en miniatura fijan grandes cantidades de C y N atmosféricos que incorporan al perfil del suelo (Miralles et al., 2018; Williams et al., 2016). Además, afectan a numerosas propiedades de la superficie del suelo como la porosidad (Felde et al., 2012), la estabilidad de los agregados o la microtopografía (Rodriguez-Caballero et al., 2012), controlando de esta forma la infiltración (Chamizo et al,. 2016) y, por lo tanto, la disponibilidad de agua para la biota del suelo, los ciclos de nutrientes y la vegetación vascular (Chamizo et al., 2013). Además, las biocostras aceleran las tasas de formación del suelo (Pointing et al,. 2012) y actúan como una manta horizontal, agregando y adhiriendo partículas finas del suelo mineral (Belnap & Lange 2003) protegiendo al suelo frente a la acción erosiva de la lluvia y del viento (Chamizo et al., 2012; Belnap et al., 2014).

Objetivos del proyecto:

“Generar y transferir eficazmente conocimiento científico sobre la importancia y vulnerabilidad de las biocostras al ámbito de la gestión y sociedad Para contribuir a la conservación de las zonas secas”

Las biocostras son un elemento clave en el funcionamiento de las zonas secas (híper-áridas, áridas, semiáridas, sub-húmedas secas). Además Existe evidencia científica que demuestra que su pérdida, como consecuencia del cambio climático está teniendo efectos negativos sobre la capacidad de estos ecosistemas para proveer servicios a la sociedad. Estas evidencias científicas no ha sido transferida de forma eficaz al ámbito de la gestión y de la sociedad para que pueda ser tomada como base para promover acciones de conservación y educación que contribuyan a su protección.

Para contribuir a la conservación de las zonas secas se considera crucial generar y transferir eficazmente conocimiento científico sobre la importancia y vulnerabilidad de las biocostras al ámbito de la gestión y sociedad como estrategia de adaptación al Cambio Climático. Para ello será necesario analizar las principales barreras que dificultan la transferencia de evidencias científicas y proponer estrategias para abordarlas.