Foto: Manuel Sánchez Robles
El género Epiphyllum es muy apreciado debido a la gran belleza que presentan algunos ejemplares obtenidos tras hibridaciones continuadas, en muchos casos con otros géneros correlacionados como Selenicereus, Heliocereus, Hylocereus y otros, con la finalidad de conseguir extraordinarias floraciones de bellísimos colores.
Estas plantas perteneciente a la familia Cactaceae, son originarias de México, Argentina y las Antillas.
Son plantas epífitas (que crecen sobre árboles o rocas), y se nutren de materia orgánica en descomposición que pueden aprovechar gracias a sus raíces adventicias.
Se caracterizan por tener tallos planos o triangulares, verdes, con los márgenes dentados que a simple vista podrían parecer hojas, y en algunos ejemplares presentan pequeñas espinas, aunque no es lo más habitual.
Para un correcto crecimiento y desarrollo es necesaria una posición con luz difusa (imitando a su lugar de origen, filtrada entre las ramas de los árboles) y buena aireación en el sustrato, ya que de lo contrario sufriría problemas de asfixia radicular y podredumbre, provocando incluso su muerte.
Requiere de temperaturas comprendidas entre 7 y 21ºC, siendo su mayor desarrollo vegetativo y floración con temperaturas cálidas (desde mediados de abril hasta julio-agosto), según la especie. Las flores, que surgen en el borde de los tallos, son llamativas y grandes (de 8-16 cm.), con colores desde el blanco, amarillo, naranjas y rojos con diferentes matices. Pueden durar desde un día a varios, con fragancia o sin ella.
Como curiosidad, mencionar que las primeras hibridaciones datan de principios del siglo XIX en Inglaterra, siendo difundidos los híbridos en muchos países y continentes, sobre todo en California, que gracias a su buen clima se la ha llegado a nombrar capital mundial del género Epiphyllum.